En la escena de Pentecostés encontramos la misma disposición de los apóstoles que en el relieve anterior de la Ascensión, pero con una excepción: María es destacada sobre los demás en una íntima posición orante con las manos juntas. Pero sin duda, lo más llamativo de todo es la representación del Espíritu Santo, que no aparece según la iconografía tradicional en forma de paloma o lenguas de fuego, sino como una mano, concretamente como el dedo de Dios “Digitus Dei”  (así es invocado en el himno gregoriano Veni Creator Spíritus). Una vez más vemos cómo la liturgia cristiana, tan importante en la vida del monje, sirve de inspiración en tan singular obra artística. Avancemos por la galería disfrutando de la impresionante vista del claustro en su conjunto, decorado de columnas y capiteles con representaciones originales de animales, vegetales y líneas geométricas.