Los Silos de Villacañas son las únicas casas subterráneas excavadas bajo suelo llano que se pueden visitar en Europa y que ofrecen la singular sensación de vivir arropados por la “madre tierra”.
Estas “casas enterradas” en el casco urbano de Villacañas aparecen documentadas a mediados del siglo XVIII y es a partir de ese momento cuando crecen en número, convirtiéndose en el recurso habitacional más común entre la población; no en vano llegaron a contabilizarse hasta 1700 silos en la década de los años 1950-1960.
Vivienda declarada Bien de Interés Cultural, es una joya arquitectónica que supo aunar ecología, practicidad y climatología sin transformar el paisaje, conceptos a tener muy en cuenta en los tiempos actuales. Silo como vivienda de gentes humildes y trabajadoras que dependen de una economía de subsistencia; vivienda que cuenta con el ahorro de materiales de construcción a la hora de dar forma a la casa familiar. Pico, pala, cal, sudor e ilusiones son los materiales necesarios. Eso y el celemín de tierra (470 metros cuadrados) donde excavar su casa. Durante el noviazgo se realiza la “autoconstrucción” del futuro hogar: el hombre comienza a ahondar el terreno para después abrir las diferentes habitaciones que formarán su futuro hogar; la mujer va desalojando al exterior la tierra excavada y la colocará delimitando su terreno (celemín) dando forma a lo que se conoce como “terreros” De esta sencilla manera la pareja de novios conseguía una vivienda sin tejado, sin vigas, sin columnas, sin tabiques, hecha con sus propias manos, de la misma manera que antes lo habían hecho sus padres y sus abuelos: arquitectura ancestral que combina humildad, calor y sabiduría. Eso es lo que podremos descubrir en la visita al Museo Etnográfico del Silo. En superficie, y rodeado de los “terreros” se encuentra el patio exterior, lugar de trabajo para la mujer y de juegos para los hijos. En este patio se levanta majestuosa la chimenea de la cocina interior y se abren las lumbreras que ventilan las despensas y pajares, piezas imprescindibles de almacenaje de víveres.
Desde el patio, a nivel de calle, bajaremos por la estrecha caña para sumergirnos en el Dédalo subterráneo del silo. El zaguán, bajo el cual se halla excavado un pozo destinado a recoger las aguas de lluvia evitando con ello la inundación de la casa, actúa como distribuidor de luz y ventilación para las habitaciones principales de la vivienda, comedor, dormitorios y cocina, excavadas en torno a él formando una singular planta en cruz. Al frente se abre el “comedor de respeto” llamado así por su función social en acontecimientos y celebraciones relevantes en la vida de sus moradores (bautizo, comunión, pedida de mano, defunciones…) El dormitorio principal en un lateral y la cocina al otro. Un único dormitorio hasta que la familia aumente, una casa viva que crece con la familia. La cocina como pieza principal del silo y lugar de reuniones familiares antes de dormir; cocina con fogón y despensa, donde se conservan los alimentos y es por ello que aquí se abre una lumbrera de ventilación. La cocina da paso a la cuadra y el pajar, la zona agropecuaria del silo.
Visitar el Museo del Silo es sumergirse en la sencillez y el trabajo de hombres y mujeres y en su afán de supervivencia a pesar de las adversidades. Los materiales más humildes consiguen maravillas como esta; la cal, cubriendo paredes techos y suelos, inunda de blanca luz la escena y consigue mantener constante la temperatura aunque al exterior haga frío o calor.
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Villacañas está plagado de ermitas dentro y fuera del casco urbano. Es un pueblo que sin lugar a dudas merece una visita.
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