La edificación levantada en el siglo X era una torre almenada de aproximadamente 30 metros de altura y con una anchura en los muros que llegan prácticamente a los 4,7 metros en el punto más ancho de su base.
La torre contaba en este primer momento con un único acceso, la puerta mozárabe situada a 13 metros de altura desde la base del torreón. Este tipo de accesos en altura eran habituales y su finalidad dificultar cualquier tentativa de asalto sobre la fortificación. Se accedía mediante un andamio de madera, que sería fácil de derribar desde el interior empujando con una pértiga la columna maestra desde una saetera situada bajo la puerta, haciendo que el andamio se viniera abajo, de modo que se crearía justo en la base del torreón una zona de escombros que complicaría extraordinariamente la subida del enemigo.
Las capacidades defensivas del Torreón se reforzaban con la presencia de numerosas saeteras, que en la cota anterior a las almenas se situaban alrededor de todo el perímetro, incluidos los vértices. En el siglo X estaríamos ante una fortificación con unas prestaciones defensivas excepcionales y prácticamente imposibles de tomar con la tecnología militar de la época.
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